La percepción de la formación como un gasto es común en muchas organizaciones, una visión que ha sido experimentada por aquellos que han trabajado en consultoría o han desarrollado planes de formación dentro de las empresas. ¿Pero por qué persiste esta percepción? En gran medida, se debe a que la formación implica una inversión inicial y no siempre se percibe un retorno cuantitativo directo de manera inmediata.
Sin embargo, la realidad es que la formación puede y debe ser vista como una inversión estratégica que puede generar beneficios significativos a largo plazo para una organización. La clave para cambiar esta percepción radica en comprender y cuantificar los beneficios tangibles que la formación puede aportar.
Evaluación del retorno de la inversión (ROI) en la formación
El ROI (Return On Investment) es un índice financiero fundamental que evalúa la eficacia y rentabilidad de una inversión, y en el contexto de la formación, su importancia es crucial. En el artículo anterior repasamos las diferentes estrategias de evaluación de la formación en el que pudimos descubrir el modelo de evaluación de Phillips ROI que ofrece un marco integral que abarca diferentes aspectos:
- Reacción – Evalúa la satisfacción de los participantes.
- Aprendizaje – Mide habilidades y conocimientos adquiridos.
- Aplicación y puesta en práctica – Analiza si los participantes aplican lo aprendido en el entorno laboral.
- Impacto – Se centra en el impacto empresarial global, considerando factores más allá de la formación.
- Retorno de la inversión (ROI) – Mide el ROI comparando el valor monetario de los resultados con los costes del programa.
El ROI de Phillips compara los costes globales de un programa de formación con sus beneficios en términos monetarios, es decir, una relación beneficio-coste.
En esta fórmula:
ROI en formación= [(Beneficio Neto – Coste de la Formación) / Coste de la Formación] x 100 |
El beneficio Neto se refiere al valor total de los beneficios obtenidos como resultado del programa de formación. Estos beneficios pueden incluir mejoras en la productividad, reducción de errores, aumento en la eficiencia, incremento en la calidad del trabajo, entre otros.
El coste de la Formación es el coste asociado con el diseño, implementación y evaluación del programa de formación. Esto puede incluir costes directos como salarios de formadores, materiales de formación, costes de infraestructura, así como costos indirectos como el tiempo dedicado por los empleados y los costes administrativos.
Este enfoque permite evaluar no solo la percepción de los participantes y la adquisición de conocimientos, sino también su aplicación en el trabajo y, en última instancia, el impacto en los resultados empresariales.
Cuantificación de los beneficios de la formación
Uno de los desafíos al evaluar el ROI de la formación radica en cuantificar cómo se traduce la mejora de la productividad, la reducción de errores o el aumento de la eficiencia en números concretos. Sin embargo, existen diversas estrategias para abordar este desafío:
- Mejora en la satisfacción del cliente: A través de encuestas de satisfacción antes y después de la formación, es posible cuantificar el cambio en las calificaciones de satisfacción del cliente.
- Reducción en el tiempo de resolución de problemas: La mejora en las habilidades de resolución de problemas puede traducirse en una reducción del tiempo necesario para resolver los problemas de los clientes, lo que se puede cuantificar en términos de costes laborales o aumento de la productividad.
- Reducción en el número de quejas o reclamaciones: La formación efectiva puede conducir a una disminución en el número de quejas o reclamaciones de los clientes, lo que puede cuantificarse en términos del costo asociado a la gestión de esas quejas.
- Aumento en la retención de clientes y en las ventas: Mejoras en el servicio al cliente pueden traducirse en un aumento en la retención de clientes y en las ventas, lo que puede cuantificarse mediante el cálculo del valor de vida del cliente y el análisis de las ventas adicionales generadas.
Conclusión: La formación como inversión estratégica
En conclusión, es fundamental cambiar la percepción de la formación como un gasto y reconocer su valor como una inversión estratégica para el éxito a largo plazo de una organización. Al adoptar un enfoque basado en el ROI y establecer objetivos claros y medibles, las organizaciones pueden evaluar la efectividad y rentabilidad de sus programas de formación, identificar áreas de mejora y optimización, y maximizar el valor de su inversión en formación, impulsando así el crecimiento y el éxito tanto de la organización como de sus empleados.