Italiana de nacimiento, española de adopción, siempre ha sabido desde pequeña que su destino sería el de convertirse en una “gitanilla”. Tal vez sus padres también lo sabían, ya que todos los domingos, solían pasar las tardes en el salón bailando juntos con sus dos niñas los mejores éxitos de los “Gipsy Kings”. Y venga Bamboleo, y “¡taconea bonita, taconea!”, aquello era algo singular en el pueblo. Nadie lo entendía. Pero hay cosas que no se entienden. “La llamada es la llamada”. Y Caterina lo sabía.
Así que vivió la primera parte de su vida como una espectadora en un cine. Observando, escuchando, estudiando y soñando. Soñando con el día en que se sentiría finalmente en casa, en su casa. Así que, cuando se vio preparada, abrió sus alas y voló. Ahora vive feliz en Madrid, rodeada de gente maravillosa, sin olvidar sus orígenes que, de alguna manera, la han traído hasta aquí.
Todas las mañanas se levanta saludando al sol, dando las gracias por un nuevo día al lado del amor de su vida y deseando descubrir lo que el destino, su gran aliado, le deparará.